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«No me trago nada»


Estaba en casa de mi madre, en Barcelona. Había ido con mi hijo, que entonces tenía dos años, y lo vimos en directo en televisión. Allí, tres generaciones, asistíamos al verdadero final del siglo XX. Vimos cómo se acaba lo que nos quedaba de libertad y el inicio de una nueva esclavitud. Yo no me trago nada de todo aquello, que si islamismo, que si Bin Laden... somos mayorcitos ya para creernos todo eso. Sólo hay que ver quiénes han ganado con el 11-S: qué empresas, qué profesionales... ¿Qué han conseguido los países con aquello? El control del individuo.
Obra de Santiago Sierra

Las personas avanzadas en edad, que quedan con sus preferencias y deleites anclados en vertientes culturales de antaño como la música, no degustan la música que se hace hoy día como la que se hacía en los años de sus juventud. Sus gustos por la música está arraigada a los años pasados y consideran la música de hoy como una basura. Para nosotros (los jóvenes, si me lo permitís) es algo muy distinto, tan amplios son nuestros gustos como amplios son los estilos musicales, desde la música mínimal como la electrónica y así muchas más, y no es necesario recordar que gran parte de ellas poseen una brillantez de sonido que las convierte en obras maestras, aunque no sean respetadas por padres o abuelos. Es muy frecuente opinar globalmente sobre este asunto, extrayendo como conclusión, que ellos sencillamente no entienden la música que se hace hoy, o en cambio, no les gusta sin más. 


Nada me despertó, ni la alarma. Me levanté tarde y me marché a clase. Cuando llegué a la universidad las clases habían sido suspendidas. Algo había pasado en Madrid, desde Barcelona yo inconsciente.
Estaba a kilómetros, muchos, algo que ojalá muchos hubiesen deseado en ese instante. El instante en que un estruendo ensordecedor reventó la vida de muchos iguales. Un violento y fatal puñetazo en la caja torácica de la ciudadanía, atravesando el corazón de todos, acribillando con metralla de odio los ensangrentados ojos de los que quisieron ver, haciendo más terrible el silencio incomprendido. El más cobarde y cruel acto fabricado por el hombre, haces más daño asesinando a los inocentes que atacando a los responsables y culpables. Y ya no solo a los que volaron fugaces, sino condenando al dolor eterno a los que se quedaron y a los amantes en derredor de los mártires, desgarrados sin la anestesia de una remota despedida a tiempo.

El espanto, el terror, la impotencia y el dolor pesando como toneladas de una lápida sometida con alevosía encima de ti.
No me imagino como lo vivieron, pero yo me estremezco como si me hubiese tocado a mi. A veces pienso que mientras todo pasó, yo dormía lejos.

Una vez leí que 'no importa si las cicatrices no desaparecen, suelen aclarar el lugar de la herida'.

Cruzo cada mañana Atocha, hoy es un día cualquiera, todos hacen memoria. Va por las criaturas que no pudieron defenderse y los que lastimados viven hoy con reveberación la más triste pérdida su amor mutilado. Las víctimas del 11 de Marzo de 2004.

Luz Casal compuso una canción dedicada a las víctimas con sumo tacto en toda su letra, que expresa la enajenación y el rumbo a veces perdido de los que se quedaron, que comparto con vosotros y dice así:

Recuerdo el día que
te fuiste una mañana de invierno
subiste en ese tren
e hicieron de mi vida un infierno
y los besos que entregué
te los llevaste demasiado lejos
Y me despierto en un vagón
ya me he pasado de estación
no me preguntes qué hago aquí
en las entrañas de Madrid
puede que exista una razón
que me robara el corazón, el corazón
Mil noches y una más
tratando de escapar de un mal sueño
oyendo en soledad
el llanto de los ecos eternos
¿Cuánto tiempo ha de pasar
para sentir que ya no estás viviendo?
Y me despierto en un vagón
ya me he pasado de estación
no me preguntes qué hago aquí
en las entrañas de Madrid
en las entrañas de Madrid.



Y en medio de los torbellinos que arrastran el ácido hasta la boca, te das cuenta de que somos violentos, lo somos, un país donde existió el terrorismo hasta hace muy poco, que coleteaba tras una dictadura donde abrir la boca era jugársela, una país donde las cosas prefieren solucionarse con la facilidad de las hostias antes que con la virtud del diálogo, una país donde el alto índice de la violencia de género (cualquier índice es alto) nos sitúa en un puesto muy atrasado, dónde la mano suelta de las porras se establece como medida ajustada contra la manifestación pública del malestar de la nación, donde también torturamos a las bestias con cuernos sobre el albero, aunque sea tradición, pero torturamos, y donde se deposita la fe en una doctrina religiosa cual icono de los sublime es el sádico cuerpo ensangrentado y muerto en una cruz.., y así un buen puñado de ejemplos más.

Somos violentos, lo somos, está en el ambiente, es la prueba fehaciente de que ver la sangre afuera es la manera que tenemos de medir la mesura de las cosas..

Solo es una reflexión.


Urdangarin llora, llora porque dice que si paga todo ese dinero se va a empobrecer mucho e injustamente.

Querido chaval, esto es la JUSTICIA.

Quizás deberías pensar que ese es tu verdadero lugar, la pobreza, antes de haberte lucrado saltándote buena parte de reglas de este tablero.

Quizás no sea tal pobreza, sino sencillamente una vuelta al estado social económico semejante al de la mayoría de las personas que conforman la demografía del país en el que vives, por cierto, del que te has aprovechado. Y no es casualidad.
Quizás estás volviendo al lugar en el que estabas y del que intentaste largarte para subir a la cúspide de la realeza y pasearte con supernóminas por los brillantes y encerados despachos de la burocracia.

Tu empobrecimiento habrá que contrastarlo, porque dado tan altivo status como buscaste, considerarás pobre no tener cinco coches de alta gama, o que tus hijos dejen el colegio de pago para ir a la escuela pública como hemos hecho todos. Considerarás que dejar de tener una criada en casa es empobrecerse. O dejar de comprarte trajes de Armani, o tener que poner en venta tu yate, o veranear en Julio y Agosto en una playa de Valencia, días sueltos por supuesto, en vez de montar en aviones que llegan hasta los confines del mundo, ya no te esperarán azafatas protocolarias en chalets de lujo con vistas al ocaso del océano. Lo que antes sencillamente amabas por caro, ahora ya, no está a tu alcance.

Tu consideración de injusticia quizás haya que repasarla, ¿no crees? Date una vuelta por los periódicos, date una vuelta por los centros de ayuda a los sin techo, a los desahuciados, date una vuelta por la cola de paro y empápate de cada pequeña tragedia en el corazón de millones de hogares de tu país. Date una vuelta y pregunta a las familias cómo se lleva eso de ser pobre, cómo se llega con hambre a la cena, qué han hecho con los bienes de su casa o con qué familiar mandarán a sus hijos algunas noches a la semana. Date una vuelta por los hospitales antes de que cierren y entérate de los casos de personas enfermas que dejan de tener atención médica, ellos no tienen plata para irse a una clínica de Michigan o Nueva York. ¿Y tu?

Y todo eso pensando en el peor de los casos, un grado importante de pobreza. Pero a ti, que no creo que te veas ni de lejos en una situación así, simplemente podrás acabar siendo padre de una familia de un status más normal y corriente que nunca, como cualquier familia del barrio de La Chana, o de Vallecas, u Hospitalet. Tu también podrías ser un humilde padre de familia.

Si tu ves injusta tu causa, aunque te preguntes qué tienen ellos que ver contigo, entonces ¿cómo ves la causa de ellos?

Tranquilo, sobrevivirás.