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La facilidad con la que con frecuencia nos topamos información falsa en las redes sociales es sin duda un flaco favor hacia los que hoy están seriamente comprometidos con un periodismo de rigor, de veracidad, credibilidad y sobre todo de hechos contrastados. Esta brecha de la desinformación queda, más si cabe, en ridículo cuando el argumento proviene de una fuente a la que rápidamente se le destapa de racista y sus aportaciones son tan débiles como insustanciales son sus mentiras.


Viene del pasado Martes un artículo en Eldiario.es titulado "El 15% de los electores habría votado distinto de haber sabido el resultado el 20D".
Lo que es votar sin ideología. Pero lo más interesante es que ese "de haber sabido" viene condicionado, además de por la impostura política en la que tiendes a votar lo que voten las mayorías para sentirse más seguro en una corriente a la deriva, viene por la poderosa y sigilosa inducción de las encuestas, más encuestas, gráficos, pizarras de plató y estadísticas de intención de voto presentes cada día en prensa, televisión y radio. 


Y ahora otro punto fuerte, cuando somos conscientes de que esos medios que difunden esos datos, son principalmente medios de comunicación privados, es decir, con poderes financieros y empresas inversoras detrás de esos medios y no carentes de querer una recompensa en beneficio del sistema encorsetado con el que se enriquecen, y que perdure acorde a la altura de sus libertades. La inducción de voto promovido de toda la vida, vamos, más allá del espectro de los partidos políticos en plena campaña electoral, más bien donde intervienen esos poderes que nadie ha votado, y por tanto de dudosa calidad democrática.

Existe un modo fácil para dejar de seguir cuentas de Twitter que no se siguen de una sola vez, sin tener que recurrir a la manera clásica y pesada de ir clickando en "Dejar de seguir" uno por uno, y lo más importante, sin necesidad de aplicaciones externas como NotFollow.me
Para ello vamos a seguir los siguientes pasos de un modo sencillo.
Viñeta de Lumpen
Ilustración de Lumpen

Es fascista retirar sus bienes y su dinero a los refugiados en Dinamarca, como fascistas son Amanecer Dorado en Grecia y Svoboda en Ucrania caminando con ritmo político y con arrebatos de ilegalidad, con la violencia a golpe de estado.

La ultraderecha con simbología nazi capitaneó el golpe de Euromaidan, Ucrania. 2013.

La extrema derecha de Amanecer Dorado muestra sin tapujos su fascismo en Grecia.


También son fascistas los encapuchados de Estocolmo (Suecia) atacando y amenazando a los refugiados allí huídos. Es fascista que en Reino Unido pinten de rojo las puertas de las casas de los refugiados y les hagan portar pulseras rojas para identificar quienes son. 

 
Puertas y pulseras rojas para 'marcar' a los refugiados.


También lo es en España tras la exhumación de una fosa franquista por orden judicial, decir (concejal PP Murcia) que "han pasado 80 años, que todos están muertos, que hay quien no tiene nada que hacer" como si la dignidad de las víctimas fuese una privilegiada exquisitez reservada solo en el marco de lo retorcidamente justo según procedan o les venga en gana, aunque les aceche el Derecho Internacional. 


El fascismo de toda la vida, vamos.
Pues despunta de nuevo en tiempos oscuros, comienza a ebullir ese fascismo templado y manso de las últimas décadas, rescoldos de un fuego mal apagado. Y cuidado, que acabamos pensando como ellos.

Me levanté hoy con una noticia mientras desayunaba: El control de las armas sigue siendo una asignatura en Estados Unidos. Casualmente leí ayer en las últimas perlas informativas de Pascual Serrano que las armas fueron el producto más vendido en toda la jornada del 'Black Friday' en EEUU.
El presidente Obama busca una regularización del comercio sobre el control de las armas, una postura a la que rápidamente se han opuesto candidatos republicanos a la Casa Blanca como Donald Trump aludiendo al "exceso de controles" impuesto por el gobierno demócrata, o Jeb Bush expresando literalmente que "hay que quitarles las armas a los terroristas islámicos, pero no a la gente común".


Es especialmente llamativo ver cómo a pesar de una hemeroteca americana abarrotadamente oscura en casos de muertes por armas, Trump sigue describiendo como abusivo un sistema de regularización mientras que Bush deja al libre albedrío la elección de a quién señalar como 'gente común' separándolas bajo su desconocido rigor (espero que algún día lo alumbre) de terroristas, enfermos psíquicos, perturbados, suicidas, etc., que muy a su pesar, también son gente común. 

Me he preocupado de observar algunos datos:
· ¿Sabíais que en 2009 había en EEUU más armas (310 millones) que habitantes (309 millones)
· ¿Sabíais que en EEUU se estiman 32.000 muertes por armas de fuego al año? 20.000 suicidios, 600 por accidente y 11.000 asesinatos.
· ¿Sabíais que desde la llegada a Obama a la presidencia la venta de armas aumentó en un 130% (16,3 millones de armas)?

No parece afectar en nada a los republicanos, quienes no solo claman ante las medidas de Obama sino que provocan un efecto llamada al consumo acelerado de dichas armas previa a las acciones de la administración de los demócratas antes de entorpecer su fácil acceso. 

No he podido evitar hacer una comparación con esa llamada al consumo de armas en la cultura norteamericana, como un ejercicio de libertad, de defensa, de derecho, y cuyos mismos defensores hallan en esta costumbre heredada de padres a hijos un acto tan patriota como de equilibrio de justicia.
En Venezuela, un país en el punto de mira de la prensa internacional, existe un elevado índice de descontrol de armas, 19.000 muertes en 2009, 15.000 de ellas por armas de fuego. A pesar del Plan de Desarme Voluntario impulsado en 2014 por el gobierno, que recolectó 26.500 armas (planes que no parecen ser capaces de ser aprobados en USA), Venezuela está a la cabeza, junto con Honduras, de los países con más porcentaje homicidios por habitante (53,7 según varias ONGs) y por tanto con un elevado nivel de inseguridad por delincuencia y en gran medida, por el descontrol de armas.

Me pregunto cómo en EEUU se promulga el libre uso de las armas por "gente común" como símbolo de libertad mientras que en Venezuela el mismo uso libre de las armas supone un dramático ejemplo de delincuencia. Es cuanto menos curioso ver a los defensores de armas norteamericanos querer lograr un exitoso e impecable estatus libertario de pistolas, que circulen mientras generen beneficios en el mercado, pareciéndose cada vez más a uno de sus principales países enemigos, incluyendo su grados de descontrol y sus tasas de criminalidad con las armas de fuego.